El primer actor responsable,
señaló Latapí, es el gobierno federal, que pese al liderazgo que le otorga la
Constitución en el ámbito educativo, no ha puesto lo necesario para atender al
sector como prioridad, la verdadera prioridad no se manifiesta sólo en dinero,
sino en la calidad de las decisiones, la determinación política y la capacidad
de movilización, y en realidad la educación no ha sido objeto de la energía de
los gobiernos federales para transformarla a fondo.
También
señaló al magisterio como responsable de la situación educativa en México. Para
una porción significativa de los maestros tampoco el mejoramiento cualitativo
de la educación ha constituido una verdadera prioridad; los maestros,
prisioneros del sindicato, se han acomodado a sus reglas y comportamientos, y
se encuentran despojados de iniciativas propias, al grado que muchos mentores
ven a su profesión solamente como un trabajo, un modus vivendi
relativamente satisfactorio social y económicamente, y no como un compromiso
cotidiano a la altura de las exigencias que les plantean sus alumnos.
Los
ciudadanos también tienen parte de responsabilidad. Pablo Latapí expuso que la
gran mayoría de mexicanos, con hijos en escuelas públicas o privadas,
generalmente son indiferentes o están resignados ante las deficiencias del
sistema educativo. Casi ningún padre de familia exige educación de calidad como
derecho y más bien confunden servicio público gratuito con dádiva graciosa. No
protestan porque se prive a sus hijos de clases por semanas o varios meses, por
movilizaciones y huelgas; tampoco luchan por participar en las escuelas de sus
hijos; prácticamente no forman organismos ciudadanos que pugnen por establecer
leyes y procedimientos jurídicos para que el derecho a una buena educación sea
exigible.
Los
mexicanos son presa de su apatía: no se nos da la democracia, al menos todavía;
modificar nuestras actitudes de resignación fatalista, de conformismo, de
indolencia, llevará aún muchos años. Mientras nadie exija cuentas a los
gobernantes, a los legisladores, a los secretarios de Educación (federal y
estatales), a los directores de escuela y maestros o a los sindicatos, no
mejorará la educación.
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